Juana de Arco
Juana de Arco nació en Domrémy, Francia, el 6 de enero de 1412. Proveniente de una familia campesina, no tuvo la oportunidad de aprender a leer o escribir. Durante su niñez, Francia enfrentaba la guerra de los Cien Años, una lucha por el trono entre el delfín Carlos de Francia y Enrique VI de Inglaterra, lo que resultó en una ocupación significativa del norte francés por tropas extranjeras.
A la edad de 13 años, Juana afirmó haber tenido visiones de San Miguel, Santa Catalina y Santa Margarita. Según ella, estas figuras la instaban a llevar una vida de devoción y le encomendaron una misión aparentemente imposible para una joven campesina: liderar el ejército francés, asegurar la coronación del delfín en Reims y liberar a Francia de la ocupación inglesa.
Después de un intento fallido inicial de unirse a las fuerzas del príncipe Carlos en 1428, el asedio de Orleans por los ingleses llevó a Carlos a considerar la ayuda de Juana. Con la confianza y el apoyo del príncipe, Juana lideró un ejército que logró liberar Orleans en mayo de 1429. Esta victoria abrió el camino para que el delfín fuera coronado como Carlos VII de Francia poco después.
Sin embargo, la suerte de Juana cambió cuando fue capturada en Compiègne por las fuerzas borgoñonas en 1430 y vendida a los ingleses. En Ruán, fue sometida a un juicio eclesiástico por brujería y herejía. A pesar de su firme defensa, fue condenada y, tras una breve retractación, reafirmó sus creencias, llevándola a ser quemada en la hoguera en mayo de 1431.
Sin embargo, su legado no terminó con su muerte. En 1456, el papa Calixto III anuló el veredicto contra Juana a petición de Carlos VII. Su vida y sacrificio la llevaron a ser vista como una mártir y un símbolo de la unidad y resistencia francesa. Finalmente, fue canonizada en 1920 y proclamada patrona de Francia.
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