Francisco de Goya

Francisco de Goya

Francisco de Goya, nacido el 30 de marzo de 1746 en Fuendetodos, Zaragoza, es uno de los más destacados pintores de la historia del arte español. Hijo de Francisco de Paula José de Goya y Gracia Lucientes, inició su formación artística en la escuela de un monasterio y más tarde en el taller del pintor José Luzán.

A pesar de no tener éxito en sus primeros intentos en los concursos de la Real Academia de San Fernando en Madrid, Goya encontró un mentor en Francisco Bayeu, a través de quien se introdujo en el mundo neoclásico de la pintura y experimentó con diferentes técnicas y estilos.

En Italia, a pesar de su breve estancia en 1771, Goya fue reconocido en Parma y volvió a España con una perspectiva renovada. Al casarse con María Josefa Bayeu en 1773, reforzó su conexión con el mundo artístico a través de la familia de su esposa.

Gracias a Bayeu, Goya trabajó en la Real Fábrica de Tapices, donde creó escenas que capturaban la alegría y el romanticismo de la vida cotidiana. En 1780, se unió a la Academia de San Fernando y realizó importantes obras para el Museo del Prado y la Basílica del Pilar de Zaragoza.

El siglo XIX trajo consigo grandes cambios para Goya. Su relación con la familia real española se consolidó y la Guerra de la Independencia influyó profundamente en su trabajo, dándole un tono más oscuro y reflexivo. Su enfermedad en 1792 le dejó sordo, pero esto, lejos de detenerlo, pareció catalizar una transformación en su arte.

La relación especial de Goya con la Duquesa de Alba y su trabajo en grabados como «Los caprichos» reflejan su capacidad para capturar la complejidad de la sociedad y la naturaleza humana. Su interés por el mundo del toreo se refleja en la serie «Tauromaquia».

Más tarde, en su retiro en la «Quinta del Sordo», Goya expresó su visión más íntima y atormentada del mundo, plasmando en las paredes de su casa escenas que reflejan el tumulto interno que experimentó en sus últimos años.

Finalmente, tras regalar su amada Quinta a su nieto, Goya se mudó a Burdeos, Francia, en 1824, donde continuó pintando hasta su muerte en 1828. A pesar de su fallecimiento en el extranjero, el legado de Goya perdura en España, donde sus restos descansan en la ermita de San Antonio de la Florida en Madrid. La enigmática ausencia de su cabeza, supuestamente donada para estudios médicos, añade un último toque de misterio a la vida de este inigualable artista.

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