Apreciando Nuestras Imperfecciones
Apreciando Nuestras Imperfecciones. En la India, un humilde cargador transportaba agua con dos grandes vasijas, sostenidas por un palo que se apoyaba en sus hombros. Una de las vasijas tenía una grieta, mientras que la otra era impecable. Al concluir su recorrido desde el arroyo hasta la casa de su patrón, la vasija intacta siempre estaba llena, pero la agrietada solo conservaba la mitad del agua.
Esta situación se prolongó por dos años. La vasija sin defectos se enorgullecía de su perfección, mientras que la vasija con la grieta se sentía avergonzada por su deficiencia. Un día, decidida a disculparse, la vasija defectuosa le dijo al cargador: “Lamento no cumplir con mi deber y solo llevar la mitad del agua debido a mi grieta”.
El hombre, con una sonrisa comprensiva, le señaló: “Fíjate en las hermosas flores que crecen a lo largo de nuestro camino”. En efecto, la vasija observó las flores que florecían en su lado, mientras que el lado del otro recipiente estaba desprovisto de ellas. A pesar de la belleza, la vasija seguía sintiéndose culpable.
El cargador le explicó: “He plantado semillas en tu lado del camino y, gracias a ti, las has regado día tras día. Estas flores han embellecido la mesa de mi patrón. Si no tuvieras esa grieta, él no tendría esa belleza en su hogar”.
Cada uno de nosotros tiene imperfecciones, como vasijas con fisuras. Sin embargo, esas mismas fisuras pueden convertirse en oportunidades para embellecer el mundo que nos rodea. No te centres solo en tus defectos, sino en cómo puedes convertirlos en virtudes. Porque incluso en nuestras imperfecciones, hay belleza y propósito.