Nunca es demasiado mayor para redefinir la infancia
Nunca es demasiado mayor para redefinir la infancia. Ambos hermanos, con el cabello plateado y acercándose a sus sesentas, debatían sobre sus años más jóvenes, reflexionando acerca de cómo, habiendo crecido juntos bajo las mismas circunstancias, podían tener percepciones tan distintas de su infancia.
Ella decía con una voz cargada de nostalgia:
- Mi infancia fue un período lleno de desafíos y penas, con la ausencia de nuestro padre, enfrentando aprietos económicos, y viendo a nuestra madre esforzarse incansablemente desde el alba hasta el ocaso para cuidar y sustentar a sus tres hijos.
Sus ojos, humedecidos por las lágrimas, reflejaban la soledad y el dolor de esos días. Por otro lado, él con una perspectiva más positiva, declaraba:
- A pesar de todo, recuerdo mi infancia con cariño. Observar el esfuerzo de nuestra madre solo fortaleció mi admiración hacia ella. La ausencia de nuestro padre me enseñó a crecer y a ser responsable desde joven, y las adversidades que enfrentamos solo avivaron mis aspiraciones y esperanzas.
Incrédula, ella exclamó:
- ¡Es imposible! Pasamos por lo mismo, las mismas penas y sufrimientos. ¿Acaso estás tratando de engañarme, o cómo es posible que tus recuerdos sean tan diferentes a los míos?
Con una sonrisa serena, él respondió:
- Es sencillo. Elegí aferrarme a los momentos valiosos y descartar los dolorosos. Reinterpreté mi pasado, y en lugar de permitir que fuera un peso, lo transformé en un cúmulo de enseñanzas y gratos recuerdos.
Ella, un tanto perpleja, preguntó:
- Pero, ¿cómo «reescribiste tu pasado»? El pasado es inalterable.
Él asintió y explicó:
- Tienes razón en que el pasado no puede cambiarse, pero nuestra percepción de él sí. Lo que importa no es tanto lo que vivimos, sino cómo decidimos interpretarlo y aprender de ello. Tú eliges si te consume la amargura o si buscas la enseñanza en cada situación. Recuerda, la felicidad no es un destino, es un viaje y un esfuerzo constante.
Con una chispa de esperanza en sus ojos, ella inquirió:
- Entonces, ¿yo también puedo reinterpretar y cambiar mi perspectiva del pasado?
Él asintió con certeza:
- Por supuesto, «nunca es tarde para redescubrir y apreciar una infancia feliz». Podemos aprender de las dificultades y usarlas como trampolines hacia un futuro más brillante. Cada amanecer es una oportunidad para reinventarnos y aprender de nuestras vivencias, para evolucionar y contribuir al mundo de manera positiva.
Con una sonrisa renovada, ella respondió:
- Entendido, es hora de redescubrir y valorar mi pasado con una nueva luz.