Francisco González Bocanegra
Nacido el 8 de enero de 1824 en San Luis Potosí, México, Francisco González Bocanegra se destacó como poeta lírico, dramaturgo, crítico teatral, orador, articulista y, especialmente, como el letrista del Himno Nacional Mexicano.
Inicios y Educación
Francisco fue hijo de José María González Yánez, un militar español, y de Francisca de Bocanegra Villalpando. A temprana edad, su familia fue exiliada debido a las políticas del primer gobierno federal mexicano en 1827, que decretaba la expulsión de españoles. Pasaron ocho años en Cádiz, España, donde Francisco recibió su formación inicial. Regresaron a San Luis Potosí en 1836, tras el reconocimiento español de la independencia mexicana.
Carrera y Contribuciones
A los 22 años, Francisco se trasladó a la Ciudad de México. Publicó sus primeros poemas y trabajó en distintas áreas administrativas del gobierno. Fue durante esta etapa cuando ocurrió un episodio crucial en su vida. En 1853, el gobierno lanzó una convocatoria para componer la letra del Himno Nacional Mexicano. A pesar de la resistencia inicial de Francisco, su novia Guadalupe lo encerró en una habitación, exigiéndole que escribiera para el concurso. El resultado fue la letra que, finalmente, se convertiría en el Himno Nacional Mexicano. Aunque no recibió premio monetario, su composición fue inmortalizada en cada ceremonia cívica mexicana.
Vida Personal
En 1854, Francisco contrajo matrimonio con Guadalupe González del Pino y Villalpando. Juntos tuvieron cuatro hijas. El Himno Nacional, con la música de Jaime Nunó, se estrenó oficialmente el 16 de septiembre de 1854, interpretado por la soprano Balbina Steffenone y el tenor Lorenzo Salvi.
Últimos Años y Legado
Por desavenencias políticas, Francisco se vio obligado a buscar refugio en la casa de un amigo en 1861. Aislado de su familia, enfermó de fiebre tifoidea y falleció ese mismo año en la Ciudad de México.
Sus restos han sido trasladados en varias ocasiones, siendo inicialmente llevados a la Bóveda de Dolores en 1901. Posteriormente, en 1932, fueron trasladados a la Rotonda de los Hombres Ilustres y, en 1942, reposaron junto a los del compositor Jaime Nunó, sellando de esta forma su legado conjunto en la historia mexicana.
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