El Mural Imaginario
El Mural Imaginario. Dos hombres, aquejados por enfermedades incurables, compartían cuarto en un hospital. Julian, amargado por su destino, solía ser huraño y poco comunicativo. Sentía que la vida lo había traicionado, que nadie le tenía cariño. Por otro lado, Fermín, a pesar de su condición, rebosaba optimismo. Como parte de su terapia, se le permitía erguirse por una hora diaria para ayudar a drenar sus pulmones. Fermín disfrutaba de esa hora, mientras que Julian estaba confinado a permanecer de bruces, sin ventana alguna junto a él.
Cada tarde, Fermín pintaba con palabras el maravilloso paisaje que supuestamente veía desde su ventana. Hablaba de un parque, un lago donde nadaban patos y cisnes, niños jugando y parejas caminando de la mano. Sus relatos transportaban a Julian a esos paisajes, permitiéndole experimentar los matices del día, desde el juego alegre de los niños hasta la puesta del sol que bañaba la ciudad.
Con el tiempo, un germen de envidia creció en Julian. ¿Por qué Fermín podía disfrutar de esas vistas y él no? A pesar de la gratitud que sentía por los relatos de su compañero, ese resentimiento crecía en su interior.
Una noche fatídica, Julian escuchó a Fermín luchar por respirar. Fermín intentó alcanzar el timbre de llamada a las enfermeras, pero no pudo. Julian, consumido por la envidia y los pensamientos oscuros, no intervino. Al amanecer, el personal del hospital encontró a Fermín sin vida.
Poco después, Julian solicitó ser movido a la cama junto a la ventana. Con grandes esfuerzos, intentó asomarse a esa ventana que tanto había añorado. Pero ante él solo había un mural blanco. El paisaje nunca existió; era un regalo de Fermín, su intento de brindarle alegría y esperanza.
Conclusión: Fermín, con su espíritu bondadoso, intentaba iluminar los últimos días de Julian. Sin embargo, la ceguera de la envidia y el resentimiento pueden oscurecer la pureza del amor y la bondad. A veces, nuestra misión en la vida es simplemente dar amor, incluso cuando el receptor no lo reconoce. ¡Nunca olvidemos eso!