Ponte tu nariz

Atiende las Señales

Atiende las Señales. Un docente compartió la historia de Señora Rosalinda, que desgastada por los avatares de una vida sin descanso, se encontraba hospitalizada por varios días y siempre repetía una petición:

  • Doctor, ¿me podría medir el pulso?

Con delicadeza, él palpaba su muñeca y respondía:

  • Todo en orden. Setenta y ocho. Ideal.
  • Gracias, doctor. ¿Podría medírmelo de nuevo?

Y así, el doctor accedía y reiteraba que todo marchaba bien.

Esta rutina se volvía constante. Cada vez que él se acercaba a su cama, Rosalinda le extendía su brazo, esperando ese tacto, una y otra vez.

Aunque él accedía, en su mente murmuraba: “Esta señora está obsesionada. Algo no anda bien”.

Solo después de mucho tiempo comprendió que Rosalinda buscaba sentirse acompañada y conectada.

Me cuestiono si somos plenamente conscientes del impacto que podemos tener en la vida ajena. Si entendemos el encanto que emerge de los pequeños actos de cariño.

No hablo de grandezas inalcanzables como obsequiar un cheque gigante al compañero o un carro al futuro cónyuge.

Me refiero a esas acciones sutiles, a menudo sin costo, que dejan huella.

Recordé una historia sobre una pequeña que perdió su juguete “Peggy” en un hotel de Disney. Los padres, desesperados, solicitaron ayuda al hotel.

La encargada no encontró el juguete de inmediato. Después de revisar incluso la lavandería, finalmente dio con él.

Aunque podría haberse concluido con un simple envío, Disney fue más allá. Fotografiaron a “Peggy” en distintas atracciones.

La pequeña recibió un paquete con su juguete, las fotos y una nota que decía:

“Lamento la demora, pero a Peggy le faltaba aventura en el parque. Aquí algunos recuerdos. Saludos, Mickey Mouse”.

Si mostráramos tal nivel de consideración hacia quienes nos rodean, indudablemente alegraríamos sus vidas.

Es esta filosofía de crear momentos especiales lo que ha impulsado a Disney al estrellato.

Y tú, ¿cuántos momentos inolvidables ofreces a otros diariamente, mensualmente, a lo largo de tu vida?

Los gestos amables no se limitan a lazos sanguíneos o creencias. Eres tú quien decide a quién y cómo extenderlos.

Prueba, al caminar, regalarle una sonrisa genuina a un extraño diciendo: “Espero que tengas un día maravilloso”.

Muchos se sorprenderán, no estamos acostumbrados a tal calidez. Pero ese pequeño acto puede transformar su día.

Si es posible con desconocidos, ¿por qué no hacerlo con seres queridos? Un “te aprecio”, “gracias”, “perdona”, o “me enorgulleces” pueden iluminar la jornada de alguien.

La originalidad suma. Una golosina favorita, una nota inesperada, o un mensaje digital pueden potenciar ese sentimiento de afecto.

Anímate a esparcir magia en la vida de otros. Pequeños gestos pueden marcar la diferencia. La decisión es tuya, y el momento es ahora.