Frases de Wenceslao Fernández Florez
Frases de Wenceslao Fernández Florez. Un escritor y periodista español. Empezó en el diario coruñés La Mañana y posteriormente colaboró en El Heraldo de Galicia, Diario de La Coruña y Tierra Gallega.
Frases de Wenceslao Fernández Florez
Para la muerte y para el amor, para las miserias que creemos grandezas, la Naturaleza tiene el mismo gesto dulce, la misma mirada candorosa de Volvoreta, la misma misteriosa tranquilidadUna palabra rara es en una página como un adoquín levantado en una calleEl hijo de las largas convivencias desapasionadas es el tedioCuando los hombres buscan la diversidad viajanPrefiero un contable casado a tres contables enamoradosDe cuanto se puede ver, hacer o pensar sobre la tierra, lo más prodigioso, lo más profundo, lo más grave es esto: vivirNo hay amistad que valga comer langostino pasadoEl humor es, sencillamente, una posición frente a la vidaUna novela es el escape de una angustia por la válvula de la fantasíaLa ciudad es un corral de hombresHay que creer en la justicia porque si no sería todo más triste aúnLos niños son mendigos por intuiciónLa condición de la vida es devorar lo que vive, y quien se sustraiga a ello, por ese sentimiento al que llaman ternura, sucumbe siempreEl mar enseña más que la tierra y es más diversoEn la pesca hay un deportista, el hombre en la ribera, y otro deportista, la trucha en el aguaLa humanidad trabaja por horror al trabajo, por un afán tenaz y esperanzado de librarse de élNo debe leerse nunca a un mal escritor, ni aun para desdeñarlo. Siempre hay un grumo de tontería que se pega¡Extraño mundo éste del toreo! Como la muerte lo preside, a veces horripila y a veces emana de él una aleccionadora trascendencia. Nunca se podrá encontrar en el fútbol un tema de honda meditación. En el toreo, sí
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Un día llegan unos hombres al bosque y plantan un poste de telégrafos. Los árboles acogen con sorpresa la llegada del nuevo invitado, pues lo consideran uno más entre ellos. Se sienten deslumbrados por su aspecto: consideran que los hilos telegráficos son sus ramas interminables; frutos los aisladores de cristal, tronco esbelto y liso, el poste fruto de carpintería. Estos árboles son seres bondadosos e inocentes, a los que les gusta abrigar nidos de pájaros entre sus ramas, cantar melodías que imitan el fragor del mar contra las rocas, la marcha de un tren de vapor o el murmullo del viento, e invitan al poste telegráfico a realizar este tipo de cosas para que se sienta como uno más de ellos
Los pájaros volvieron. Ningún árbol tornó a pensar en convertirse en sillas y en trincheros. La fraga recuperó de golpe su alma ingenua, en la que toda la ciencia consiste en saber que de cuanto se puede ver, hacer o pensar sobre la tierra, lo más prodigioso, lo más profundo, lo más grave es esto: vivir
No fue el cariño el que formó el hogar, sino el deseo, quien levantó sus muros, quien ideó ese poco de cárcel y ese poco de fortaleza que hay en cada casa, y también el que creó esa concreción admirable de vida que se basta a sí misma, esa síntesis suficiente de todo cuanto puede haber en el universo: un hombre y una mujer