La Coherencia entre Pensar y Actuar.

Coherencia entre Pensar y Actuar

 

La Coherencia entre Pensar y Actuar. Goethe, con su aguda percepción, destacó que mientras pensar es sencillo y actuar puede ser más desafiante, la verdadera prueba es hacer que ambos coincidan. Todos llevamos con nosotros una serie de buenas intenciones y aspiraciones, especialmente en relación con nuestros objetivos y la búsqueda de una vida plena.

Frecuentemente, nuestros pensamientos están impregnados de deseos de éxito. No obstante, las acciones que realizamos no siempre están alineadas con este propósito. Si permitimos que nuestra vida esté influenciada por emociones y valores destructivos, como la envidia o la deshonestidad, nos alejamos de la verdadera felicidad y el éxito. Por otro lado, si vivimos con principios nobles y construimos sobre fundamentos positivos, la felicidad y el éxito son consecuencias inevitables.

Tomemos la salud como ejemplo: no basta con simplemente desearla o comprender la importancia de buenos hábitos. Si no se actúa en consonancia con estos pensamientos, como cuidar la alimentación o mantenerse activo, es imposible esperar buenos resultados.

Benjamín Franklin es una representación ejemplar de la coherencia entre pensamiento y acción. Su vida reflejó una pasión por vivir de acuerdo a valores y principios auténticos, que él mismo identificó y persiguió. Definió y buscó incorporar virtudes como la templanza, el trabajo, la sinceridad, la justicia, entre otras, y fue meticuloso en su esfuerzo por vivir acorde a ellas. Estas virtudes, desde la moderación hasta la serenidad, le sirvieron como guía para una vida balanceada y enriquecedora.

La lección que Franklin nos deja es clara: identificar valores y principios es el primer paso. Posteriormente, es crucial traducirlos en acciones diarias, para que lo que manifestamos externamente esté en sintonía con nuestro mundo interno.

Así, cada acción, cada elección, es una semilla que plantamos. Y, como en la naturaleza, cada uno eventualmente recoge lo que ha plantado, siendo responsables de los frutos que nuestra vida nos presenta.