Felicidad

Búsqueda de la Felicidad en el Tiempo

La idea de felicidad, para muchos, es esquiva y se esconde detrás de definiciones vagas: éxito, bienestar, ausencia de problemas.

Esta ambigüedad es, a menudo, la raíz de la insatisfacción que muchos sienten. Las décadas de los sesentas y setentas se definieron por la rebelión, la protesta y un sentido de libertad ilimitada. Para algunos, la felicidad se asoció con estos ideales.

Los ochentas priorizaron la moda, el estatus y lo material, ofreciendo alegría pasajera a aquellos centrados en lo externo. Los noventa equilibraron lo material con lo espiritual, con un énfasis en el bienestar y el crecimiento personal.

Sin embargo, cada década tuvo sus sombras: los setentas vieron excesos que llevaron a las drogas y la promiscuidad; los ochentas enfrentaron corrupción, escándalos y violencia; y los noventa lamentaron la pérdida de valores fundamentales.

Con el amanecer del nuevo milenio, surge el deseo de redefinir la felicidad, alejándose de los obstáculos. Aunque muchos afirman buscar la felicidad, pocos realmente saben cómo encontrarla, ya que no se han detenido a definirla.

La felicidad, en esencia, es una elección personal. Como Abraham Lincoln lo señaló, cada individuo tiene la capacidad de decidir su propio grado de felicidad. Cada amanecer nos brinda la opción de enfrentar el día con alegría o resignación.

Es una actitud: cada desafío, cada circunstancia inesperada, nos otorga la posibilidad de responder con optimismo o pesimismo, determinando así nuestra satisfacción.

La felicidad no está en las circunstancias externas – el clima, el tráfico, las esperas – sino en nuestra percepción de ellas. Está en amar lo que hacemos, en esperar lo mejor y, fundamentalmente, en hallar equilibrio en la vida. Es tener metas claras en todas las áreas de nuestra existencia y trabajar diariamente hacia su realización, asegurando así un sentido de propósito y armonía.