La Eterna Encrucijada de Elegir
La Eterna Encrucijada de Elegir. A lo largo de nuestras vidas, nos enfrentamos a un sinfín de decisiones, cada una acompañada de su cuota de dudas e indecisiones. ¿Quién, en algún momento, no se ha hallado preguntándose qué camino tomar, cuál es la decisión correcta para avanzar, cuál opción escoger entre tantas posibles? Estas encrucijadas no son meros obstáculos; son catalizadores de cambio, impulsándonos hacia la evolución o la regresión, el progreso o el estancamiento. La decisión, por ende, se convierte en una necesidad imperativa. La indecisión, por otro lado, nos sumerge en un mar de estancamiento y deterioro personal. Es crucial experimentar, atrevernos a fallar, ya que incluso nuestros errores nos iluminan el camino correcto. La indecisión nos priva de la experiencia, mientras que el atrevimiento, incluso en el error, nos brinda aprendizaje. Mejor es decir «fallé, pero lo intenté», que lamentar no haber tenido el valor de intentarlo.
Entonces surge la pregunta: ¿sobre qué base debemos tomar nuestras decisiones? ¿Cuál es el norte que guía nuestra brújula moral? ¿Cómo discernir si hemos tomado la decisión correcta? La respuesta yace en la médula de nuestra humanidad: nuestros valores personales. Estos valores, más allá de nuestros deseos y emociones efímeras, son los pilares de una vida vivida con integridad y coherencia. Estos principios, cuidadosamente seleccionados y profundamente reflexionados, deben ocupar el núcleo de nuestra existencia. Solo así podemos estar seguros de que nuestras decisiones reflejan nuestra coherencia existencial, incluso en medio de las adversidades. Como Gandhi enseñó con su filosofía de la no violencia: «No pueden quitarnos nuestro autorrespeto a menos que se lo entreguemos». En última instancia, somos nosotros quienes decidimos cómo y en qué medida los eventos nos afectan, basándonos en la fortaleza y la orientación de nuestros valores.