El Rey y su Halcon

Lecciones de Ira y Perdón

Lecciones de Ira y Perdón. El consejo de Thomas Jefferson es sencillo pero efectivo: contar hasta diez antes de actuar y hasta cien si estamos exasperados. Genghis Khan, líder del vasto imperio mongol, bien podría haber hecho uso de este sabio consejo en una ocasión que se narra a continuación.

Genghis Khan, reconocido monarca y guerrero, era célebre en rincones distantes del mundo. Muchos decían que desde Alejandro Magno, no había surgido un líder de su envergadura.

Un día, deseando un respiro de sus campañas, se aventuró a recorrer los bosques vecinos montando a caballo, acompañado de amigos y sirvientes. El grupo, equipado con arcos y flechas, esperaba disfrutar de una caza fructífera. Genghis llevaba en su muñeca a su halcón predilecto, entrenado para cazar desde el aire.

Después de un día en el bosque con menos éxito del esperado, el rey, conocedor de los senderos, eligió una ruta más extensa mientras que el resto optó por el camino más corto. En su recorrido, el rey sintió una creciente sed. Recordó un manantial cercano, pero al llegar, solo encontró un hilo de agua que goteaba lentamente. Llenó un tazón de plata con paciencia, pero justo cuando iba a beber, su halcón se abalanzó y derramó el contenido. Tras tres intentos frustrados y creciente irritación, el rey, en un arranque de ira, mató al halcón. Sin embargo, al explorar el manantial, descubrió a una serpiente venenosa en el agua. Su halcón, al impedirle beber, le había salvado la vida.

Arrepentido, Genghis Khan reflexionó sobre la lección aprendida ese día: nunca actuar impulsivamente en momentos de ira.

Esta narración nos lleva a otra historia, una leyenda árabe. En ella, dos amigos que viajaban por el desierto discutieron y uno golpeó al otro. El golpeado escribió en la arena: «Hoy, mi mejor amigo me golpeó». Más adelante, ese mismo amigo salvó al golpeado de ahogarse en un oasis. En agradecimiento, este último grabó en una piedra: «Hoy, mi mejor amigo me salvó la vida». Al preguntarle la razón de sus distintas formas de registrar los hechos, respondió que debemos dejar que el viento borre las ofensas, pero grabar en piedra los actos de amor y bondad.