Sor Juana Inés de la Cruz

Sor Juana Inés de la Cruz

 

Nacida el 12 de noviembre de 1651 en San Miguel de Nepantla, Amecameca, Sor Juana Inés de la Cruz, cuyo nombre de nacimiento era Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, era hija de Isabel Ramírez y Pedro Manuel de Asbaje.

Educación autodidacta

Desde temprana edad, mostró un apetito insaciable por el conocimiento. A los tres años, de forma furtiva, acompañó a su hermana a clases y, con astucia, convenció a la maestra para que le enseñara a leer. Su infancia se desarrolló en la hacienda de Panoayán, bajo el cuidado de su abuelo, hasta que, tras su fallecimiento, se trasladó a la Ciudad de México.

Corte virreinal

A los trece años, Juana Inés se unió a la corte del virrey, sirviendo como dama de compañía de la virreina doña Leonor Carreto. Su aguda inteligencia la llevó a enfrentarse a cuarenta letrados en un examen extraordinario, el cual superó con distinción.

Vida monástica

En 1667, Sor Juana ingresó al Convento de San José de Carmelitas Descalzas. Sin embargo, la rígida disciplina de esta orden la llevó a dejarlo meses después. En 1669, decidió unirse al convento de San Jerónimo, tomando el nombre de Sor Juana Inés de la Cruz.

Pasión por las letras

A pesar de su retiro conventual, nunca abandonó su pasión por las letras. Bajo el patrocinio de los virreyes, escribió poemas y textos para celebraciones y rituales. El convento se transformó en un epicentro cultural donde se debatían temas literarios y filosóficos. Sor Juana amasó una impresionante colección de libros e instrumentos, evidenciando su amor por el conocimiento.

Renuncia y servicio

Sin embargo, en 1694, enfrentó presiones para alejarse de sus pasiones. Despojada de sus libros y posesiones, Sor Juana se vio en la obligación de servir a las enfermas durante una epidemia de peste en 1695, lo que resultó en su contagio.

Despedida

El 17 de abril de 1695, la «Décima musa» y «Fénix de América» cerró sus ojos por última vez. Sin embargo, su legado literario perdura. Su obra, que incluye la «Inundación Castálida», «La Silva» y «El Primero Sueño», continúa siendo una joya de las letras hispanoamericanas.

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