Templanza

Templanza Como Virtud

 

Este post se llama Templanza como virtud y esta basada el 13 Virtudes por Benjamín Franklin.  A un reconocido Doctor le preguntaron durante la celebración de sus 100 años de edad, cuál era su secreto, a lo que respondió: “Es muy sencillo los primero 50 años de mi vida cuide mucho mi estomago, en mis segundos 50, él cuido de mi “. La tendencia natural del ser humano hacia el placer que causa: la comida, la bebida y al deleite sexual. Es la manifestación de fuerzas muy potentes que actúan en la propia conservación. Estas energías representan la actividad de la vida y cuando se desordenan se convierten en energías destructivas. La lujuria, la gula y los deseos desordenados de placer dan lugar a una “ceguera” del espíritu y quita la fuerza de la voluntad, quedando a merced de la adicción, que es el deseo de atiborramos de cosas para calmar la ansiedad. Sin embargo esta no desaparece, aumenta cada vez más, hasta llevarnos a enfermedades, problemas de todo tipo y hasta la muerte. La templanza es la virtud moral que regula la atracción por los placeres y procura el equilibrio en el uso y disfrute de los bienes creados.

La templanza una  virtud moral

Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de solidaridad. El reconocido Doctor Nelson Torres Jiménez llama a esto “El placer de decir no”. Se refiere al momento cuando debemos diferenciar que realmente necesitamos, frente a un deseo muy fuerte.

La templanza significa sobriedad.

Con esta virtud comenzamos a darnos cuenta cuáles son nuestras necesidades reales y que van alineadas a nuestro bienestar y desarrollo, y cuales son imaginarias, producto de los deseos inagotables del ego que terminan siendo perjudiciales.

Desde la sobriedad se manejan adecuadamente los recursos, evitando tanto los excesos como las carencias. La moderación es el arte de mantener el orden en nuestro interior, creando fundamentos necesarios para la realización del bien para sí mismo y para los demás.

El ser humano lujurioso, goloso y ávido de placeres se halla distraído por un interés ilusorio. La obsesión de gozar, que lo tiene siempre ocupado, le impide acercarse serenamente a la realidad y le priva del autentico crecimiento.

Toda forma de egoísmo va acompañada de la frustración y desesperación de lo que ardientemente se busca; la satisfacción del ego. Los psicólogos dicen que las persona frustradas agreden, ya sea así mismos o a los demás. Así la persona cae en un círculo vicioso, buscando algo que nunca encontrará, sencillamente porque equivocó el camino.

A continuación algunos pasos que podemos dar en busca de la templanza:

Sobriedad.

Ordena las cosas en base a lo que realmente necesario y regula los placeres. Vicio contario Gula.

Castidad.

Lograr que toda nuestra persona, inteligencia y cuerpo estén dominados por nosotros mismos y no por bajas pasiones. Vicio contrario Lujuria.

Humildad.

Ordena tu propia excelencia. Vicio contario Soberbia.

Mansedumbre,

Ordena la restauración de un orden lesionado (perdonar), Vicio contrario: Cólera.

Los seres humanos tenemos la capacidad de elegir nuestros actos y tomar nuestras propias decisiones, de esta manera las personas que cultivan la virtud de la templanza son libres y felices, pues no basan sus vidas en el vaivén de los placeres. Por ejemplo si una persona siempre está enojada o se enoja con mucha frecuencia, es una víctima de las circunstancias y se deja llevar por lo que pasa a su alrededor.

Como ya dijimos antes, la falta de templanza crea vicios, con ella serás mucho más feliz, dueño de ti mismo, cultiva la templanza y ella cuidará de ti.

Lo que dice Neslon Torres

El reconocido Dr Nelson Torres llama a esto “El placer de decir no”. Se refiere al momento cuando debemos diferenciar que realmente necesitamos, frente a un deseo muy fuerte. La templanza significa sobriedad, con esta virtud, comenzamos a darnos cuenta cuáles son nuestras necesidades reales y que van alineadas a nuestro bienestar y desarrollo y cuales son imaginarias, productos de los deseos inagotables del ego que terminan siendo perjudiciales. Una señal inequívoca que nos da nuestro cuerpo, es que cuando estamos a une o un placer que a la larga será perjudicial para nosotros nuestra saliva se torna espesa y un poco amarga, en cambio cuando estamos frente a una situación placentera que nos llena de verdadera felicidad la saliva es abundante y dulce . Otra expresión del Dr Torres es “El secreto está en la saliva”

Desde la sobriedad se manejan adecuadamente los recursos, evitando tanto los excesos como las carencias.
La moderación es el arte de mantener el orden en nuestro interior, creando fundamentos necesarios para la realización del bien para sí mismo y para los demás.

Toda forma de egoísmo va acompañada de la frustración y desesperación de lo que ardientemente se busca, la satisfacción del ego, los psicólogos dicen que las persona frustradas agreden, ya sea así mismos o a los demás. Así la persona cae en un círculo vicioso, buscando algo que nunca encontrara, sencillamente porque equivoco el camino.

A continuación, algunos pasos que podemos dar en busca de la templanza:

Sobriedad

Ordena las cosas en base a lo que realmente necesario y regula los placeres. Vicio contario Gula.
Vamos a ver este ejemplo:
Cuando estamos frente a un gran banquete donde existe toda clase de manjares.
La gula nos dice que comamos hasta hartarnos, que probemos todos los platos y sabores, En la Roma antigua existían lugares durante los banquetes para vomitar y seguir comiendo, también sabemos que lo romanos eran muy amantes de los placeres, llevados al extremo. El resultado de esto es mala salud, no disfrute pleno de los sabores, cansancio, hastió.
Por otro lado la sobriedad nos indica comer solo no necesario y aquellos que nos nutre, Alimentos con proteínas, vitaminas, fibra, reducir carbohidratos, grasa, alcohol ya azúcar. Esto dejara una grata sensación de salud, satisfacción, alegría, entusiasmo.

Castidad

Lograr que toda nuestra persona, inteligencia y cuerpo estén dominados por nosotros mismos y no por bajas pasiones. Vicio contrario Lujuria
Ejemplo:
La castidad no es como muchos creen abstenerse del sexo, para entender bien esto veamos lo siguiente:
Primer caso: una persona va a u bar y conoce a alguien, hay un contacto visual y se atraen debido a su feromonas, toman unos tragos, bailan y termina la noche teniendo sexo.
Primero no se conocen bien, ni conocen su pasado, ni con cuantas personas se ha acostado ni en qué condiciones, esto trae riesgos de enfermedades mayores o menores, porque aunque usen preservativo, existen otras infecciones menores que pueden contraerse no necesariamente en los genitales.

Segundo no conocen el estado de esa persona, esto si tiene otra pareja, lo que traería un problema potencial de triángulos, celos, peleas y hasta muerte pasional.
Tercero no conocen el estado mental de la otra persona, esto también representa un problema a futuro.
Cuarto, no se conoce el estado de honestidad de la otra persona, podría tratarse de una persona que lo está haciendo para hacer algo ilegal como robo, secuestro, extorsión y otros. O puede tratarse de una persona que le gusta drogarse, tener sexo en grupo, sadomasoquista y otras deformaciones.
Quinto, es puro sexo, puro deseo sin amor, sin amistad, sin acercamiento, podría decirse que es una masturbación en pareja
Sexto, existe la posibilidad de embarazo.
Todo esto lleva a que nuestra conciencia nos haga sentir mal, después de hacerlo, sin embargo el vicio ya esta instalado ya veces es la única forma de tener sexo.
Esta conducta en algún momento nos va a pasar la factura.
Por otro lado está el sexo con amor, el sexo conocido, seguro, en el que cada día se sorprenden para llegar a ese término bonito satisfactorio para ambos, que se hace con su pareja. Una persona felizmente sexuada es una persona inteligente, feliz, ligera, alegre llena de paz y tranquilidad.

Humildad

Ordena tu propia excelencia. Vicio contrario: Soberbia
La soberbia en la vanagloria por la propia virtud, es cuando yo me creo superior a los demás y puedo hacer lo que quiera y cuando quiera, puedo gritar, puedo ofender, condenar, criticar, pero cuando me lo hacen a mí, exploto y reclamo.

La humildad es el don de restra importancia a sus propios logros y virtudes, humildad es servir.

Mansedumbre

Ordena la restauración de un orden lesionado (perdonar), Vicio contrario: Cólera.
Perdonar no es olvidar, perdón es recordar sin que te afecte.
Los seres humanos tenemos la capacidad de elegir nuestros actos y tomar nuestras propias decisiones, de esta manera las personas que cultivan la virtud de la templanza son libres y felices, pues no basan sus vidas en el vaivén de los placeres.
Por ejemplo si una persona siempre está enojada o se enoja con mucha frecuencia es una víctima de las circunstancias y se deja llevar por lo que pasa a su alrededor. Como ya dijimos antes, la falta de templanza crea vicios, con ella serás mucho más feliz, dueño de ti mismo, cultiva la templanza y ella cuidará de ti .

¿La templanza es dominarse?

La templanza no es meramente dominarse o moderarse, sino que es una actitud por ordenarse (mi inteligencia, mis sentimientos, mis actos, etc.) en razón a la armonía y perfección del interior del hombre, su fruto es la tranquilidad.
Ordenar por la templanza no sólo significa suprimir, sino armonizar; (ya sea suprimir o incrementar, por ejemplo: motivarme o incrementar mi motivación hacia mi nuevo trabajo, con el fin de hacer las cosas bien, o suprimir sentimientos de envidia o coraje hacia mi compañero que saco 10 en el examen.

Vivir diariamente la Templanza

– Esforzarme diariamente por ser mejor hijo, hermano, padre o madre, estudiante, profesionista o trabajador, mejor ser humano.
– Estar alegre y ser testigo de la alegría de ser joven, y de saberme Hijo de Dios.
– No ceder ante los gustos, deseos o caprichos, especialmente si dañan mi relación con Dios.
– Luchar cada día por ser dueño de mi mismo, al actuar congruentemente con lo que pienso, digo y hago.
– No justificarme, ni dar falsos pretextos, ser sincero y asumir la responsabilidad de mis actos.
– Conocer mis cualidades y debilidades, luchando por formar mi voluntad con pequeños actos de sacrificio que me permitirán potenciar mis cualidades y fortalecerme en mis debilidades.

– Vencer el deseo del placer y la comodidad con amor y con inteligencia.
– No dejarse arrastrar por los apetitos sensibles, al contrarios orientarlos y ordenarlos

Ejercicio:

Descripción Se trata de hacer comentarios a canciones que transmitan un mensaje que nos interesa.
La canción es una vía para tratar un tema y sacar enseñanzas.
Se requiere de un reproductor de CD o MP3. También debes copiar la letra de la canción.
Objetivo Escuchar la canción con sentido crítico, para valorar lo positivo o negativo, respecto al mensaje que se transmite.
En relación a la Templanza, analizar si la canción ínsita al control de uno mismo o a una vida de sentidos y placeres; terminar con una conclusión.

Metodología

Canciones seleccionadas: Joaquin Sabina: Peor para el sol Ricardo Arjona: Historia de taxi Juanes No creo en el jamás. -Escucha las canciones un par de veces. – Analiza el mensaje de las canciones Realiza este cuestionario:

1. ¿Cuál es el mensaje principal?
De sentidos ( ) De placer ( ) De pasiones ( ) De control de si mismo ( ) De lucha ( ) De altruismo ( )
2. Por lo tanto ¿Crees que es positivo o negativo para los jóvenes?
Positivo ( ) Negativo ( )
3. ¿Porqué?

4. ¿Crees que los jóvenes se dejen influir por estos mensajes ?y ¿Porqué?
Si ( ) No ( )
5. ¿Qué podemos hacer como jóvenes para formarnos en la Templanza y dar testimonio?

Sentido positivo de la templanza

En primer lugar, en la realidad vemos que toda meta humana que valga la pena alcanzar supone un esfuerzo, resulta ardua. Y siempre, en su consecución, se interpone algo agradable que invita a abandonar el esfuerzo, aunque sólo sea la pura comodidad. Si uno se deja llevar por estos estímulos, no será capaz de conseguir lo que se propone, o no será capaz de conservarlo si lo ha conseguido, con lo que eso lleva consigo de fracaso o frustración.
Con los hijos, un primer ejemplo para que lo comprendan es la vida misma de sus padres, que tienen que hacerles ver que lo que son y tienen no ha sido conseguido sin esfuerzo
Los niños deben aprender que las cosas se consiguen con esfuerzo y que los errores sirven de aprendizaje hacia el éxito, nunca debemos forzarlos y menos hacer las cosas por ellos.
De todas formas, hay que añadir que la templanza no sólo hace posible hacer algo valioso, sino también hace posible ser alguien valioso
La templanza, precisamente por controlar el tirón de lo apetecible, permite que sea lo más elevado del hombre, la razón y la voluntad, lo que le gobierne. En este sentido, es liberadora, ya que cuando algo atenaza a la voluntad, esclaviza al hombre.
El ser humano depende de los hábitos que adquiere.
Un deportista de alto rendimiento, un alumno destacado, un profesional excelente, hacen muchos sacrificios para lograr sus metas, si se dejan llevar por lo que les apetece : dormir hasta tarde, comer los e le antoje, no hacer la tareas asignadas no serán lo que son, los hábitos se aprenden desde temprano, enseñemos a nuestros hijo buenos hábitos.
Hay un tercer aspecto sobre la templanza que conviene añadir, y es el que se refiere a los demás. La templanza abre el corazón a la generosidad, que cimienta la amistad, pues el amor auténtico es un don de sí, no un sentimiento de agrado (aunque éste se encuentre habitualmente en su comienzo). Lo cual significa que para querer a las personas hay que liberar a la cabeza y el corazón del apego a las cosas y al propio agrado; en caso contrario, se acaba viendo y tratando a los demás como objetos de agrado, es decir, como cosas.
Los hijos suelen valorar mucho la amistad, sobre todo en el periodo de la adolescencia. Y es precisamente la amistad una de las mejores referencias para poder explicarles el valor de la templanza.
Tener amigos significa en la práctica, quiérase o no, renunciar en numerosas ocasiones a la apetencia propia: salir cuando apetece quedarse en casa, prestar cosas, jugar a lo que se decide contra el propio parecer o en el lugar menos apetecible,
Por el contrario, si alguien se empeña en hacer siempre lo que quiere -en realidad, lo que le apetece, verá como poco a poco va perdiendo las amistades.

A estas facetas de la templanza se podría todavía añadir el premio que supone para la propia subjetividad el señorío sobre sí mismo que proporciona.
Buena parte del malhumor que muestran los niños y más aún los adolescentes es consecuencia de verse flojos, con poca fuerza de voluntad, atrapados por sus propios gustos, aunque traten de ocultado protestando contra todo y contra todos. Esto explica su sorprendente bajo nivel de autoestima.

Por el contrario, el dominio de sí mismo alegra la vida, pues da esa dosis de seguridad en uno mismo que tanta falta les hace, el control de su vida que tanto anhelan, y suele ir unido a la satisfacción del deber cumplido y a la estima de los demás. De ahí que sea una virtud alegre, y que veda sólo como una colección de renuncias desagradables en nombre del deber
La conclusión es obvia: es importante, muy importante, comprender y hacer comprender el sentido humano auténtico y positivo -y, de paso, también gratificante- de esta virtud, así como su necesidad. Se puede soñar que las cosas sean de otra manera, pero eso no va más allá del sueño, algo quizás bonito, pero gratuito y casi siempre falso.

El daño de su carencia

«Por las malas» aquí quiere decir comprender los daños que puede causar el dejarse llevar sin freno por la falta de templanza. Y es que, en efecto, si no se pone un freno a la apetencia, lo apetecible tiende a apoderarse de la persona, la polariza, de forma que al final vive sólo para ello. Así, lo que al principio no parecía más que una afición, se transforma en una adicción, y por tanto en una esclavitud.

En el extremo más lamentable se encuentran los vicios que se han convertido en verdaderas patologías, y necesitan tratamiento médico e incluso internamiento. La drogadicción y el alcoholismo son los ejemplos más patentes.
La ludopatía también causa estragos, y en realidad cualquier enganche llevado al extremo puede tener unas consecuencias parecidas: la ruina de personas y familias, siendo el remedio costoso, incierto, laborioso y humillante.

El valor de las cosas

El hombre no es un espíritu puro, ni tampoco un espíritu encerrado en un cuerpo, sino un único ser espiritual y corporal a la vez. Necesita de lo material para subsistir, pero también como expresión de su espíritu. De ahí que lo material no sólo tenga un valor material, sino también un valor humano. A la vez, este valor es siempre con referencia al hombre, a la persona humana. Las cosas ayudan al hombre a ser quien es, en sus múltiples dimensiones. Son algo importante, pero instrumental: lo que de verdad vale es la persona. Esto tiene interesantes consecuencias a la hora de entender bien el sentido de la templanza.

Lo primero que se deriva de ahí es que el hombre vale por lo que es, no por lo que tiene, aunque lo que tenga indique en muchas ocasiones algo sobre quién es. Esto se entiende bien en teoría, pero se puede desdibujar en la práctica, insertados como estamos en un ambiente materialista. Es tentador, para muchos padres, comprar al hijo todo «lo que se lleva» para que su hijo no sea menos que los demás, o simplemente cediendo al reclamo del hijo que argumenta insistentemente que todos sus amigos o compañeros de clase lo tienen. Una razón de este tipo, por sí sola, no debería prevalecer.

Hay que examinar si ese tener por parte de todos responde o no a una cierta necesidad. «Necesidad» es un concepto más relativo de lo que parece, pues en términos absolutos. no es necesario casi nada; pero se puede valorar con respecto a asuntos concretos. Por ejemplo, si se veranea en un área campestre y los amigos del chico o de la chica salen a diario a pasear en bicicleta, es razonable que nuestro hijo tenga también una; la alternativa, quedarse aburrido en casa, no es muy recomendable.

Pero otras cosas son mucho menos razonables. Si ese mismo chico sale a jugar al fútbol, necesitará también alguna camiseta, pero gastar cinco veces más en una, más o menos igual a las demás, sólo por tener grabado el nombre de su futbolista favorito resulta objetivamente disparatado, por mucho que al niño se le antoje. Y, volviendo al ejemplo anterior, tampoco es acertado comprarle la bicicleta más cara de la tienda, lo último que ha salido con cuadro de titanio. No sólo se malcría a un hijo de esta forma, sino que a la vez se le transmite un mensaje equivocado: que lo que cuenta en la vida es tener, y que por tanto el ansia de tener, y de tener siempre lo mejor, debe ser guía de su vida.
En segundo lugar, conviene que los hijos sean conscientes de que las cosas cuestan, tienen un precio, que se paga con dinero logrado gracias al trabajo y al esfuerzo de otros, principalmente sus padres. Aunque volveremos sobre este punto más adelante, aquí se puede señalar lo conveniente que resulta que los chicos se den cuenta del trabajo que supone sacarles adelante. Y, mejor aún, lo bien que viene que, según su edad y sus posibilidades, aprendan a ganar por lo menos algo de lo que gastan.
Más interesante todavía es tomar conciencia de que las cosas deben servir para expresar el aprecio por los demás, como instrumentos del cariño. No se debe perder de vista que la templanza bien entendida está estrechamente unida a la generosidad. Por eso, no es una buena educación la que, quizás con el pretexto de enseñar lo que cuestan las cosas, va dirigida exclusivamente al ahorro y el cuidado de lo propio.

Ahorrar es buena cosa, y no digamos cuidar lo que se tiene, pero al mismo tiempo la educación no debe ir dirigida a formar tacaños y eso es lo que ocurre cuando se insiste sólo en el ahorro. Cuando la casa propia está cerrada a las visitas de los amigos, cuando se llama tonto o tonta al niño o la niña que presta algo a algún amigo y se lo devuelve estropeado.

Conviene insistir una vez más: actuando así no se fomenta la responsabilidad, sino la tacañería y el egoísmo. En cambio, fomentar el ser generoso con lo propio en casa -con los hermanos- y fuera de ella -con los amigos-, que el niño o la niña contribuya algo -aunque luego se le compense discretamente- al regalo a papá o a mamá en el día correspondiente (cumpleaños, día de la madre o lo que sea), y el compartir, del modo más adecuado en cada situación, no sólo hace personas generosas, sino también templadas, pues el corazón se dirige a las personas y no a las cosas, poniendo a éstas en su lugar propio, el de instrumentos para el desarrollo de la persona y el amor al prójimo.

4. La templanza del espíritu

Señalábamos anteriormente que la templanza modera lo agradable. Pero es un error confundir lo agradable con lo sensible. Hay unas cuantas cosas que resultan agradables, y no se refieren a cosas, sino a aspectos donde lo espiritual tiene un papel primordial.

En primer lugar hay que mencionar la humildad

. Qué duda cabe que la propia excelencia es un bien -lo es realmente-, y un bien apetecible; y por lo tanto sujeto a la templanza. Y es que pocas cosas son tan negativas en la educación de una persona como la hipertrofia del yo. Si se cosechan éxitos, conduce a la vanidad; si son fracasos -o si parecen tales-, a la envidia. De ahí que, para poner las cosas en su sitio, junto a la búsqueda de la excelencia, que siempre será una meta educativa, sea necesario fomentar una moderación en su manifestación, junto a un espíritu de servicio que no convierta al yo en el centro de la existencia.

Así, por ejemplo, lógicamente si el chico juega al fútbol querrá marcar goles y ganar, pero si lo hace debe saber reconocer que es una labor de equipo y no cacarear una y otra vez su genial toque de balón ni en casa ni fuera. Y está fuera de lugar que su padre se ponga como si hubiera ganado el campeonato mundial.

O si la chica, al dar el estirón de la adolescencia, se ve guapa y atractiva, no se trata de negar lo evidente, pero sí de procurar que no esté todo el día mirándose o se pavonee del modo más estúpido. Y bueno será que su madre, en vez de insistir una y otra vez que está como para desfilar en la pasarela, le recuerde que no es un mérito propio, y que en cambio hay cosas más valiosas en una mujer que sí deben conseguirse con esfuerzo. Hay que entender, porque así es, que una vida austera pero encaminada exclusivamente a la autoafirmación a toda costa no es un ejemplo de templanza, ni siquiera es templanza. La verdadera virtud orienta al hombre a su verdadero fin, a su desarrollo integral, a su mejora como persona. Si no es así, algo falla en la raíz misma.

De entre los demás aspectos de la templanza «espiritual»

destacaremos uno: la curiosidad. El afán de saber no sólo es algo bueno, sino que hoy en día sería deseable que hubiera una dosis mayor de la que hay entre la juventud. Pero eso quita con que en algunos casos pueda ser desmedida, y, mucho más frecuentemente, pueda ser compatible con un afán desmesurado de conocer trivialidades. Sobre lo primero, más que abordar la cuestión directamente -posiblemente no se entendería- el remedio es estimular el espíritu de servicio: gastar el tiempo en los demás, que es también una buena manifestación de templanza.

Por eso, si es evidente que el ideal no es precisamente un hijo vago, tampoco lo es el extremo contrario, que tiene tal avaricia del tiempo disponible para estudiar y para aprender cosas que en la práctica nunca tiene tiempo para otra cosa, ni para sus amigos, ni para ayudar en casa, ni para nada.
Sobre el segundo aspecto -el afán por saber insustancialidades-, hay que empezar por decir que la medida deseable no es cero. Los niños y las niñas, y los adolescentes, tienen su mundo propio, que para ellos es importante, aunque objetivamente parezca una tontería a un adulto. Y eso no se les debe quitar.

No podemos ver como algo exagerado que un chico sepa a quién ha fichado el Betis, aunque sea hincha del Real Madrid, ni que una chica sepa que los Backstreet Boys están preparando un nuevo álbum (de canciones, por si no se ha caído en la cuenta); ni siquiera la viceversa. Pero aquí, como en todo, se puede exceder la medida, y se excede con mucha frecuencia, con ayuda de instrumentos como Internet, que permite curiosear cualquier cosa sin medida. Corresponde al sentido común de los padres y demás educadores darse cuenta de cuándo se rebasa la medida de lo razonable, y tomar medidas para acotada

La templanza es la virtud por la cual continuamos siendo señores de nuestros placeres y no sus esclavos.

Es goce libre, que goza mejor de los placeres al gozar también de la propia libertad.
¡Qué placer fumar, cuando se puede prescindir de ello! ¡Qué placer beber, cuando no se es prisionero del alcohol! ¡Qué placer hacer el amor, cuando no se es prisionero del deseo! Placeres todos ellos más puros desde el momento en que son más libres. Más alegres desde el momento en que están más dominados. Más serenos desde el momento en que son menos dependientes.
El intemperante es un esclavo, y tanto más desde el momento en que transporta a todas partes a su amo consigo. Es prisionero de su cuerpo, prisionero de sus deseos o costumbres, prisionero de su fuerza o de su debilidad.

En una sociedad no demasiado pobre, el agua y el pan no faltan casi nunca. En una sociedad rica, el oro y el lujo faltan siempre. ¿Cómo podríamos ser felices si estamos insatisfechos? ¿Y cómo podríamos estar satisfechos si nuestros deseos no tienen límite?
Ser temperante es poder contentarse con poco; pero lo importante no es el poco, sino el hecho de poder y de contentarse.

La templanza -como la prudencia,

Quizás como todas las virtudes- pertenece, pues, al arte de gozar: es un trabajo del deseo sobre sí mismo. Su objetivo no es sobrepasar nuestros límites, sino respetarlos.
El objetivo del sabio es más alto, más cercano a sí mismo o a lo esencial: la calidad de su placer importa más que la de los manjares que se lo producen.
¿De qué puede carecer aquel a quien la vida le basta?
La lección sirve sobre todo para nuestras opulentas sociedades, en las que se muere y se sufre más a menudo por intemperancia que por hambre o ascetismo.

La templanza es una virtud para todas las épocas, pero más necesaria cuanto más favorables sean estas épocas.

No es una virtud de excepción, como la valentía (más necesaria, por el contrario, cuanto más difíciles son los tiempos), sino una virtud común y humilde: una virtud no de excepción, sino de norma; no de heroísmo, sino de reserva.

La templanza actúa sobre los deseos

La templanza actúa sobre los deseos más necesarios de la vida del individuo (beber, comer) y de la especie (hacer el amor), que son también los más fuertes, por lo tanto, los más difíciles de dominar. Ni qué decir tiene que no es cuestión de suprimirlos -la insensibilidad es un defecto-, sino sobre todo, y en la medida de lo posible, de controlarlos (en el sentido de la palabra inglesa self-control), de regularlos (del mismo modo que se regula un motor), de mantenerlos en equilibrio, en armonía o en paz.