¿A Quien Amas?

Reflexiones sobre la Esencia del Amor Verdadero

Reflexiones sobre la Esencia del Amor Verdadero. En el intrincado laberinto del corazón humano, surge una pregunta de resonancia eterna: ¿A quién eliges amar? ¿Es acaso a la persona que se presenta ante ti, con sus virtudes y sus defectos al descubierto, o a la silueta de un ideal perfeccionado por el anhelo de lo que ansiarías que fuera?

¿Quién es el depositario de tu afecto? ¿Amas al individuo que respira y vive en su compleja realidad, o a la quimera forjada por tu mente, un espejismo que apenas se asemeja a la sustancia de lo verdadero?

Profundiza en la indagatoria de tus sentimientos. ¿A quién entregas tu amor? ¿Lo ofreces a una imagen inmaculada y exenta de fallas, una creación tan inalcanzable como las estrellas en la noche, o a un ser humano, palpable y cercano, cuyo corazón palpita al ritmo del tuyo, adornado con posibilidades y también con limitaciones?

Continúa cuestionando la naturaleza de tu devoción. ¿A quién dedicas tus días y tus noches? ¿Es a alguien a quien, sin descanso, le señalas cada desviación de tu expectativa, cada tropiezo en su camino, o es a esa persona que, a pesar de sus errores y aciertos, aceptas y abrazas como un igual?

Reflexiona aún más. ¿A quién decides amar? ¿Es acaso al ser que estás dispuesto a abandonar a la menor muestra de debilidad, a la primera señal de humanidad, o es a quien está a tu lado, firme y constante, compartiendo la rica y variada aventura que es la vida, con sus altibajos, sus triunfos y sus desafíos?

Es imperativo que te preguntes, con sinceridad y coraje, ¿a quién amas verdaderamente? Y una vez que la respuesta emerja de las profundidades de tu ser, toma la decisión de aceptar a esa persona tal cual es. Si descubres que no puedes, que tu corazón se retuerce en el intento de adaptar la realidad a tu fantasía, entonces es momento de actuar con valentía. No hay lugar para la tortura emocional en el amor auténtico; libérate y libera al otro. Porque el amor, en su expresión más pura y más noble, es ante todo aceptación incondicional, es el culto supremo a la libertad, es la celebración de la individualidad del otro y la danza armoniosa de dos almas que se reconocen y se respetan en su mutua y gloriosa humanidad.